En diciembre de 1949 se podía leer en la Revista de Educación
y Cultura año I- 1949 Nº 1 que “En días pasados, El Ejecutivo del Estado
Miranda se trasladó a la Escuela Rural “Dr. De Bellard” de Guatire con el
objeto de descubrir el retrato de este culto y altruista médico, cuya vida ha
sido consagrada a hacer el bien y practicar la filantropía. Entre sus obras
meritorias merecen mencionarse la donación al Estado Miranda de una de sus posesiones
agrícolas de Guatire, en la cual ha establecido una Escuela Rural de tipo
completo. La donación consiste de doce hectáreas de terrenos cultivables, más
un amplio edificio en el cual funciona la Escuela mencionada. Durante la
ceremonia del homenaje, el plantel de dicho establecimiento de enseñanza llevó
a cabo brillantes actos ante los funcionarios presentes, encabezados por el
Teniente Coronel. Julio César Vargas, Gobernador del Estado Miranda; el Dr.
Oscar Colmenares Pacheco, Secretario General de Gobierno y el Dr. Eduardo
Risquez, Director de Educación. También se encontraban presentes, el Excmo.
Señor Embajador del Brasil, Dr. Luís Gerónimo
Pietri, elementos representativos de la sociedad de Guatire y un grupo
de distinguidas damas, entre quienes nos complace mencionar a la Señora Mercedes Pietri Ibarra,
distinguida esposa del homenajeado. Debemos hacer mención especial al maestro
Luis Marcano Hernández, Director de la Escuela, de la Señora Carmen Victoria
López, actual supervisora de Comedores Escolares y de su hijo Joaquín Pérez
López, quienes se esmeraron en dar mayor realce al homenaje con sus múltiples
atenciones. El Dr. De Bellard pronunció en esta ocasión un elocuente y sentido
discurso que publicamos a continuación:
DISCURSO PRONUNCIADO POR EL DR. EUGENIO P. DE BELLARD,
CON MOTIVO DEL HOMENAJE QUE LE RINDIERA EL EJECUTIVO DEL ESTADO MIRANDA A CASI
OCHO AÑOS DE LA DONACIÓN QUE HIZO DE SUS PROPIEDADES EN GUATIRE.
Ciudadano
Gobernador del Estado Miranda y demás Miembros del Ejecutivo.
Señoras, Señores:
Me
faltan palabras con que expresaros mi agradecimiento por el alto honor que me
dispensáis al ofrendarme este homenaje, que acepto emocionado pero con espíritu
de humildad, pues lo debo únicamente a vuestra generosidad y gentileza.
Eran
los días sombríos de los primeros años de la última Guerra Mundial, con sus
múltiples restricciones al comercio, y sus precios máximos fijados en el
extranjero para nuestros productos agrícolas de exportación. Se deprimían
muchas industrias, se acentuaba el desempleo, y las clases pobres sufrían en
silencio la escasez creciente, debatiéndose en una atmósfera de incertidumbres
y de malestar económico.
En
mis visitas frecuentes a Guatire por aquella época, para recorrer mis
propiedades en este pueblo pude palpar de cerca las necesidades ingentes de
numerosas familias humildes; abundaban las que carecían de un hogar propio por
falta de un lote de terreno donde construirlo. Guatire era ya una urbe activa,
de gran movimiento comercial, pero topográficamente aparecía como enclavada
estrechamente en las laderas de agrestes colinas; no poseía ejidos ni terrenos
municipales que pudiesen ser cedidos a los pobres para construir sus viviendas,
ni tenía espacios disponibles para recreo, deportes y ejercicios al aire libre,
tan necesarios para el desarrollo físico normal de la niñez y juventud. Cuando
jugaban Base Ball lo hacían en terrenos de mi propiedad. Yo tuve la impresión
entonces de que en Guatire las condiciones de vida de un considerable sector
del pueblo menesteroso eran difíciles. La población crecía con ritmo acelerado,
pero estaba enmarcada dentro de límites demasiado estrecho para su vigor y
pujanza, y la expansión del perímetro del pueblo estaba prácticamente vedado
por los linderos de propiedades particulares. Las mías eran inexorablemente
invadidas por pobres gentes que no tenían donde vivir. Y decidí contribuir
hasta el límite de mis posibilidades ya que no a remediar, por lo menos a
mitigar tan penosa situación.
No
soy rico; vivo de mi trabajo profesional cotidiano, y la donación que hice
entonces de todas mis propiedades situadas aquí fue simplemente un gesto
espontáneo, natural y lógico: a ello me impulsó mi gran amor por Venezuela, mi Patria adoptiva y mi comprensión
de los problemas que afectan y complican la vida dura, a veces dolorosa, de las
clases humildes del pueblo venezolano. Esas propiedades eran muy interesantes
para mi, pero me rodeaban mil compatriotas que las necesitaban más que yo.
Y
fue así como, hace casi ocho años pude experimentar el placer y la íntima
satisfacción de ver reunidas aquí en este mismo sitio, un gran número de
familias guatireñas de la clase humilde que venían a recibir cada una de ellas
de manos de mi esposa una escritura, un título de propiedad debidamente
legalizado, que las hacía dueñas y propietarias de un lote de terreno dentro de
los límites de la ciudad, para construir allí su vivienda. Además, también los
niños y los jóvenes adquirieron terrenos para sus campos de deportes.
Las
cien familias así favorecidas se elevaban con todo lo que ello implica para el
espíritu. El sentirse dueño absoluto de un pedazo de tierra, de su casa, por
sencilla que sea, rodeada quizás de un pequeño jardín o huerta imparte al
hombre una gran fuerza moral y confianza en sí mismo, que se traduce en
creciente energía para el trabajo, ambición de surgir y prosperar, de ahorrar y
acumular más bienes, y contribuye poderosamente a la estabilidad del hogar y
afianzamiento de los lazos familiares: el propietario rural se transforma en un
verdadero ciudadano, en una célula activa, dinámica y constructiva en la vida
de la nación. La demagogia y las doctrinas malsanas que incitan al irrespeto,
al desorden, a la anarquía y a la violencia no prosperan entre un conglomerado
de ciudadanos dignificados por el trabajo, y estimulado por la posesión de
bienes reales.
La
agricultura y la cría constituyen la base fundamental de la prosperidad sólida
y permanente de todos los países. Cuando, dentro de un número indeterminado de
años, haya sido extraído de las entrañas de nuestro suelo el último barril de
petróleo, se acabará esa riqueza fácil y efímera que la suerte nos deparó, y
deberemos entonces volver de nuevo los
ojos hacia la madre tierra, la dulce tierra que tenemos ahora en tan triste
olvido y abandono.
Pero
es el caso que Venezuela necesita ahora mismo, urgentemente, de agricultores,
muchos agricultores, pero no del tipo ignorante y rutinario del pasado, sino de
hombres inteligentes, científicamente instruidos y entrenados en las diversas
faenas del campo, que utilicen métodos modernos y apropiados para obtener el
mayor rendimiento, y así abaratar la producción y bajar el alto costo de la
vida en toda la República.
Venezuela
necesita también de artesanos, de muchos artesanos que se incorporen al ritmo creciente
y febril del país, en el ramo de construcciones y en la fabricación de los
infinitos que exige la vida moderna, para libertarnos siquiera en parte del
enorme tributo que pagamos al manufacturero extranjero. Hay trabajo y altos
salarios para todos en Venezuela; es decir, para todos los que estén
debidamente preparados.
Estas
consideraciones me sugirieron la idea de dedicar esta hermosa casona colonial,
y las doce hectáreas de terreno cultivable que la rodean a la fundación de una
Escuela Rural. Igualmente hice donación al Ministerio de Educación de los
terrenos necesarios para otra Escuela Rural en la población de Tacarigua de
Mamporal, en el Estado Miranda, donde funciona actualmente con marcado éxito.
Porque
es el tipo de Escuela Rural completa,
ideado por el Ministerio de Educación, el que mejor llena las exigencias de
nuestro medio. En ella aprenden los hijos de los campesinos y agricultores, no
sólo los conocimientos elementales imprescindibles de una educación liberal,
sino que se adiestran en la agricultura, en los métodos científicos de cría y
en la práctica de las diversas artes, preparándolos para una vida independiente
y útil para el conglomerado social.
Y
es con honda satisfacción y complacencia que observo que la semilla plantada
aquí hace ocho años ha germinado, y va dando ya óptimos frutos bajo la égida de
un Gobierno Estadal benévolo, sabio, patriótico y progresista. El Comandante
Julio César Vargas, Gobernador del Estado Miranda, merece bien de la Patria. Y
los Maestro y Profesores que han actuado en este plantel son dignos de la
misión sagrada que se les confió, y acreedores a nuestro aplauso. Venezuela
espera que la juventud mirandina que se educa en estos claustros, se muestre
digna de los esfuerzos que se realizan para prepararlos debidamente para sus
funciones sociales y ciudadanas en el
Porvenir.
29 de Octubre de 1949.
DISCURSO PRONUNCIADO POR EL DR. EDUARDO RISQUEZ,
DIRECTOR DE EDUCACIÓN DEL ESTADO MIRANDA, CON MOTIVO DEL HOMENAJE QUE LE
RINDIERA EL EJECUTIVO DEL ESTADO AL DR. EUGENIO P. DE BELLARD POR LA DONACIÓN
QUE HIZO DE SUS PROPIEDADES EN GUATIRE.
Señoras,
Señores:
Veintinueve
de octubre de 1949, esta fecha vale porque tiene un sentido constructivo para
el Gobierno de la Junta Militar que ha tenido por norma reconocer los méritos a
los ciudadanos que se hacen acreedores a ello, para el Ejecutivo del Estado
Miranda y para los que congregados en este hermoso lugar se unen a estos para
con la devoción del deber que así lo impone rendir homenaje de honda emoción al Dr. Eugenio P. De Bellard. Acto justiciero
que anotamos hoy en el lugar de la gran deuda contraída con tan ilustre
personalidad. Tal la inauguración de su retrato en la Escuela que lleva su
nombre.
Su
tipo no es el de los hombres corrientes; de esos que pasan indiferentes ante el
dolor humano, que todo lo miran a través del principio pecuniario, encarcelando
su única y gran ambición dentro de los límites estrechos de un círculo metálico
y por ello hemos de recordarle méritos superiores, pues desde que Norte América
arribara a esta tierra, donde uniera sus destinos a la distinguida dama
venezolana, Mercedes Pietri Ibarra, quien con una definida personalidad ha sido
inteligente y asidua colaboradora, ha trabajado fervorosamente en el ejercicio
fecundo de su profesión médica, tanto en la ciudad donde su nombre tiene puesto
de altura, ya que fue fundador en Caracas del Capítulo Venezolano de la
Sociedad Internacional de Cirugía y
pertenece a todas las agrupaciones científicas, como en las provincias, a favor
de la gente humilde. Así lo encontramos por el año 1922 a 1926 en el Estado
Trujillo. Bien hablan por él de manera elocuente “Los Anales del Hospital de
Nuestra Señora de la Paz” en Valera, al cual dedicó la mayor parte de sus
energías, ya que fue su fundador. Su consulta diaria gratuita para la gente
pobre era concurridísima por enfermos de todos los Estados Andinos. Además
practicó exitosamente operaciones de alta cirugía. De aquí que el Dr. Chuecos
en la conmemoración del 25 aniversario de la fundación de tan importante
Instituto calificara de “brillante” la actuación del Dr. De Bellard.
En
uno de sus números la Revista Biliken al referirse a la obra fundamental humana
y de bastas dimensiones sociales del Dr. De Bellard, apunta:
“estamos
seguros que muy pocos venezolanos saben de los gestos altruistas con que el Dr.
De Bellard, Norte Americano residenciado en Venezuela hace 35 años ha querido
testimoniar a nuestra tierra su profundo cariño, su verdadera penetración en
nuestra vida ciudadana. Habiendo obtenido con su profesión en nuestro País una
fortuna regular, pensó devolver a él un poco de agradecimiento y así de sus
posesiones de Guatire, Estado Miranda, el 29 de enero de 1942 hizo donación a
CIEN familias pobres de un lote de terreno ubicado dentro de los límites de la
misma ciudad, para que ellas fabricaran sus propias viviendas. Este gesto del
Dr. De Bellard por las más ingentes necesidades de nuestras clases pobres,
bastaría por si sólo para definir ante la opinión pública su verdadera
filiación humana. Socialista integral de hecho, no de palabra. Gestos como el
que acabamos de reseñar honran a un hombre. Y no se contenta sólo con haber
donado sus terrenos a los pobres de Guatire sino que proporciona a cada uno su
título de propiedad sin que los agraciados tuviesen que pagar ni un céntimo por
ningún concepto. Los barrios de Caja de
Agua y Vallenilla se levantan hoy día en terrenos que fueron propiedad del Dr.
De Bellard. Más no termina allí la obra de bienestar para el pueblo de Guatire,
sino que dona a la Municipalidad una hermosa Casona Colonial rodeada de doce
hectáreas de terrenos cultivables para la fundación de una Escuela Rural de
tipo Completo”.
En
realidad esta Escuela no venía llenando la finalidad para lo cual fue creada y
es ello lo que se ha propuesto el
Gobierno que preside el Comandante Vargas, darle su función sustancial y
vital, que en esencia responda a una
idealidad que sintetice los anhelos y aspiraciones de este pueblo laborioso,
para servir la gran causa de la cultura específica de nuestro medio rural. Que
la Escuela “Dr. De Bellard” sea modelo de Escuelas, que en ella aprendan los
niños a leer y a escribir, adquieran la práctica de las buenas costumbres y los
conocimientos técnicos para el cultivo racional de la tierra y el desarrollo de
las industrias derivadas de la agricultura. Los campos nuestros son fecundos
para toda siembra buena, así como el alma del niño venezolano es propicia para
toda siembra de ideales elevados. Sea pues la nueva orientación de esta
escuela, el mejor homenaje de un Gobierno progresista y de un pueblo agradecido
para el Dr. De Bellard.
Muchas
gracias.
29
de octubre de 1949.
Admirable fue el gesto del Dr. de Bellard y de su esposa. No fue el único. En sus tiempos imperaba la solidaridad en Venezuela, un país que comenzaba a salir de las tinieblas. Ahora se requiere gestos similares. Habrá quien los realice?
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