jueves, 9 de octubre de 2014

Reconocimiento a un héroe nacional Homenaje al Dr. Eugenio P. De Bellard



En diciembre de 1949 se podía leer en la Revista de Educación y Cultura año I- 1949 Nº 1 que “En días pasados, El Ejecutivo del Estado Miranda se trasladó a la Escuela Rural “Dr. De Bellard” de Guatire con el objeto de descubrir el retrato de este culto y altruista médico, cuya vida ha sido consagrada a hacer el bien y practicar la filantropía. Entre sus obras meritorias merecen mencionarse la donación al Estado Miranda de una de sus posesiones agrícolas de Guatire, en la cual ha establecido una Escuela Rural de tipo completo. La donación consiste de doce hectáreas de terrenos cultivables, más un amplio edificio en el cual funciona la Escuela mencionada. Durante la ceremonia del homenaje, el plantel de dicho establecimiento de enseñanza llevó a cabo brillantes actos ante los funcionarios presentes, encabezados por el Teniente Coronel. Julio César Vargas, Gobernador del Estado Miranda; el Dr. Oscar Colmenares Pacheco, Secretario General de Gobierno y el Dr. Eduardo Risquez, Director de Educación. También se encontraban presentes, el Excmo. Señor Embajador del Brasil, Dr. Luís Gerónimo  Pietri, elementos representativos de la sociedad de Guatire y un grupo de distinguidas damas, entre quienes nos complace mencionar  a la Señora Mercedes Pietri Ibarra, distinguida esposa del homenajeado. Debemos hacer mención especial al maestro Luis Marcano Hernández, Director de la Escuela, de la Señora Carmen Victoria López, actual supervisora de Comedores Escolares y de su hijo Joaquín Pérez López, quienes se esmeraron en dar mayor realce al homenaje con sus múltiples atenciones. El Dr. De Bellard pronunció en esta ocasión un elocuente y sentido discurso que publicamos a continuación:

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL DR. EUGENIO P. DE BELLARD, CON MOTIVO DEL HOMENAJE QUE LE RINDIERA EL EJECUTIVO DEL ESTADO MIRANDA A CASI OCHO AÑOS DE LA DONACIÓN QUE HIZO DE SUS PROPIEDADES EN GUATIRE.

Ciudadano Gobernador del Estado Miranda y demás Miembros del Ejecutivo.
Señoras,  Señores:

Me faltan palabras con que expresaros mi agradecimiento por el alto honor que me dispensáis al ofrendarme este homenaje, que acepto emocionado pero con espíritu de humildad, pues lo debo únicamente a vuestra generosidad y gentileza.

Eran los días sombríos de los primeros años de la última Guerra Mundial, con sus múltiples restricciones al comercio, y sus precios máximos fijados en el extranjero para nuestros productos agrícolas de exportación. Se deprimían muchas industrias, se acentuaba el desempleo, y las clases pobres sufrían en silencio la escasez creciente, debatiéndose en una atmósfera de incertidumbres y de malestar económico.

En mis visitas frecuentes a Guatire por aquella época, para recorrer mis propiedades en este pueblo pude palpar de cerca las necesidades ingentes de numerosas familias humildes; abundaban las que carecían de un hogar propio por falta de un lote de terreno donde construirlo. Guatire era ya una urbe activa, de gran movimiento comercial, pero topográficamente aparecía como enclavada estrechamente en las laderas de agrestes colinas; no poseía ejidos ni terrenos municipales que pudiesen ser cedidos a los pobres para construir sus viviendas, ni tenía espacios disponibles para recreo, deportes y ejercicios al aire libre, tan necesarios para el desarrollo físico normal de la niñez y juventud. Cuando jugaban Base Ball lo hacían en terrenos de mi propiedad. Yo tuve la impresión entonces de que en Guatire las condiciones de vida de un considerable sector del pueblo menesteroso eran difíciles. La población crecía con ritmo acelerado, pero estaba enmarcada dentro de límites demasiado estrecho para su vigor y pujanza, y la expansión del perímetro del pueblo estaba prácticamente vedado por los linderos de propiedades particulares. Las mías eran inexorablemente invadidas por pobres gentes que no tenían donde vivir. Y decidí contribuir hasta el límite de mis posibilidades ya que no a remediar, por lo menos a mitigar tan penosa situación.

No soy rico; vivo de mi trabajo profesional cotidiano, y la donación que hice entonces de todas mis propiedades situadas aquí fue simplemente un gesto espontáneo, natural y lógico: a ello me impulsó mi gran amor por  Venezuela, mi Patria adoptiva y mi comprensión de los problemas que afectan y complican la vida dura, a veces dolorosa, de las clases humildes del pueblo venezolano. Esas propiedades eran muy interesantes para mi, pero me rodeaban mil compatriotas que las necesitaban más que yo.
Y fue así como, hace casi ocho años pude experimentar el placer y la íntima satisfacción de ver reunidas aquí en este mismo sitio, un gran número de familias guatireñas de la clase humilde que venían a recibir cada una de ellas de manos de mi esposa una escritura, un título de propiedad debidamente legalizado, que las hacía dueñas y propietarias de un lote de terreno dentro de los límites de la ciudad, para construir allí su vivienda. Además, también los niños y los jóvenes adquirieron terrenos para sus campos de deportes.

Las cien familias así favorecidas se elevaban con todo lo que ello implica para el espíritu. El sentirse dueño absoluto de un pedazo de tierra, de su casa, por sencilla que sea, rodeada quizás de un pequeño jardín o huerta imparte al hombre una gran fuerza moral y confianza en sí mismo, que se traduce en creciente energía para el trabajo, ambición de surgir y prosperar, de ahorrar y acumular más bienes, y contribuye poderosamente a la estabilidad del hogar y afianzamiento de los lazos familiares: el propietario rural se transforma en un verdadero ciudadano, en una célula activa, dinámica y constructiva en la vida de la nación. La demagogia y las doctrinas malsanas que incitan al irrespeto, al desorden, a la anarquía y a la violencia no prosperan entre un conglomerado de ciudadanos dignificados por el trabajo, y estimulado por la posesión de bienes reales.

La agricultura y la cría constituyen la base fundamental de la prosperidad sólida y permanente de todos los países. Cuando, dentro de un número indeterminado de años, haya sido extraído de las entrañas de nuestro suelo el último barril de petróleo, se acabará esa riqueza fácil y efímera que la suerte nos deparó, y deberemos entonces  volver de nuevo los ojos hacia la madre tierra, la dulce tierra que tenemos ahora en tan triste olvido y abandono.

Pero es el caso que Venezuela necesita ahora mismo, urgentemente, de agricultores, muchos agricultores, pero no del tipo ignorante y rutinario del pasado, sino de hombres inteligentes, científicamente instruidos y entrenados en las diversas faenas del campo, que utilicen métodos modernos y apropiados para obtener el mayor rendimiento, y así abaratar la producción y bajar el alto costo de la vida en toda la República.

Venezuela necesita también de artesanos, de muchos artesanos que se incorporen al ritmo creciente y febril del país, en el ramo de construcciones y en la fabricación de los infinitos que exige la vida moderna, para libertarnos siquiera en parte del enorme tributo que pagamos al manufacturero extranjero. Hay trabajo y altos salarios para todos en Venezuela; es decir, para todos los que estén debidamente preparados.

Estas consideraciones me sugirieron la idea de dedicar esta hermosa casona colonial, y las doce hectáreas de terreno cultivable que la rodean a la fundación de una Escuela Rural. Igualmente hice donación al Ministerio de Educación de los terrenos necesarios para otra Escuela Rural en la población de Tacarigua de Mamporal, en el Estado Miranda, donde funciona actualmente con marcado éxito.

Porque es el tipo de Escuela  Rural completa, ideado por el Ministerio de Educación, el que mejor llena las exigencias de nuestro medio. En ella aprenden los hijos de los campesinos y agricultores, no sólo los conocimientos elementales imprescindibles de una educación liberal, sino que se adiestran en la agricultura, en los métodos científicos de cría y en la práctica de las diversas artes, preparándolos para una vida independiente y útil para el conglomerado social.

Y es con honda satisfacción y complacencia que observo que la semilla plantada aquí hace ocho años ha germinado, y va dando ya óptimos frutos bajo la égida de un Gobierno Estadal benévolo, sabio, patriótico y progresista. El Comandante Julio César Vargas, Gobernador del Estado Miranda, merece bien de la Patria. Y los Maestro y Profesores que han actuado en este plantel son dignos de la misión sagrada que se les confió, y acreedores a nuestro aplauso. Venezuela espera que la juventud mirandina que se educa en estos claustros, se muestre digna de los esfuerzos que se realizan para prepararlos debidamente para sus funciones  sociales y ciudadanas en el Porvenir.

 29 de Octubre de 1949.

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL DR. EDUARDO RISQUEZ, DIRECTOR DE EDUCACIÓN DEL ESTADO MIRANDA, CON MOTIVO DEL HOMENAJE QUE LE RINDIERA EL EJECUTIVO DEL ESTADO AL DR. EUGENIO P. DE BELLARD POR LA DONACIÓN QUE HIZO DE SUS PROPIEDADES EN GUATIRE.

Señoras,  Señores:

Veintinueve de octubre de 1949, esta fecha vale porque tiene un sentido constructivo para el Gobierno de la Junta Militar que ha tenido por norma reconocer los méritos a los ciudadanos que se hacen acreedores a ello, para el Ejecutivo del Estado Miranda y para los que congregados en este hermoso lugar se unen a estos para con la devoción del deber que así lo impone rendir homenaje de honda emoción  al Dr. Eugenio P. De Bellard. Acto justiciero que anotamos hoy en el lugar de la gran deuda contraída con tan ilustre personalidad. Tal la inauguración de su retrato en la Escuela que lleva su nombre.

Su tipo no es el de los hombres corrientes; de esos que pasan indiferentes ante el dolor humano, que todo lo miran a través del principio pecuniario, encarcelando su única y gran ambición dentro de los límites estrechos de un círculo metálico y por ello hemos de recordarle méritos superiores, pues desde que Norte América arribara a esta tierra, donde uniera sus destinos a la distinguida dama venezolana, Mercedes Pietri Ibarra, quien con una definida personalidad ha sido inteligente y asidua colaboradora, ha trabajado fervorosamente en el ejercicio fecundo de su profesión médica, tanto en la ciudad donde su nombre tiene puesto de altura, ya que fue fundador en Caracas del Capítulo Venezolano de la Sociedad Internacional de Cirugía  y pertenece a todas las agrupaciones científicas, como en las provincias, a favor de la gente humilde. Así lo encontramos por el año 1922 a 1926 en el Estado Trujillo. Bien hablan por él de manera elocuente “Los Anales del Hospital de Nuestra Señora de la Paz” en Valera, al cual dedicó la mayor parte de sus energías, ya que fue su fundador. Su consulta diaria gratuita para la gente pobre era concurridísima por enfermos de todos los Estados Andinos. Además practicó exitosamente operaciones de alta cirugía. De aquí que el Dr. Chuecos en la conmemoración del 25 aniversario de la fundación de tan importante Instituto calificara de  “brillante”  la actuación del Dr. De Bellard.

En uno de sus números la Revista Biliken al referirse a la obra fundamental humana y de bastas dimensiones sociales del Dr. De Bellard, apunta:

“estamos seguros que muy pocos venezolanos saben de los gestos altruistas con que el Dr. De Bellard, Norte Americano residenciado en Venezuela hace 35 años ha querido testimoniar a nuestra tierra su profundo cariño, su verdadera penetración en nuestra vida ciudadana. Habiendo obtenido con su profesión en nuestro País una fortuna regular, pensó devolver a él un poco de agradecimiento y así de sus posesiones de Guatire, Estado Miranda, el 29 de enero de 1942 hizo donación a CIEN familias pobres de un lote de terreno ubicado dentro de los límites de la misma ciudad, para que ellas fabricaran sus propias viviendas. Este gesto del Dr. De Bellard por las más ingentes necesidades de nuestras clases pobres, bastaría por si sólo para definir ante la opinión pública su verdadera filiación humana. Socialista integral de hecho, no de palabra. Gestos como el que acabamos de reseñar honran a un hombre. Y no se contenta sólo con haber donado sus terrenos a los pobres de Guatire sino que proporciona a cada uno su título de propiedad sin que los agraciados tuviesen que pagar ni un céntimo por ningún concepto.  Los barrios de Caja de Agua y Vallenilla se levantan hoy día en terrenos que fueron propiedad del Dr. De Bellard. Más no termina allí la obra de bienestar para el pueblo de Guatire, sino que dona a la Municipalidad una hermosa Casona Colonial rodeada de doce hectáreas de terrenos cultivables para la fundación de una Escuela Rural de tipo Completo”.

En realidad esta Escuela no venía llenando la finalidad para lo cual fue creada y es ello  lo que se ha propuesto el Gobierno que preside el Comandante Vargas, darle su función sustancial y vital,  que en esencia responda a una idealidad que sintetice los anhelos y aspiraciones de este pueblo laborioso, para servir la gran causa de la cultura específica de nuestro medio rural. Que la Escuela “Dr. De Bellard” sea modelo de Escuelas, que en ella aprendan los niños a leer y a escribir, adquieran la práctica de las buenas costumbres y los conocimientos técnicos para el cultivo racional de la tierra y el desarrollo de las industrias derivadas de la agricultura. Los campos nuestros son fecundos para toda siembra buena, así como el alma del niño venezolano es propicia para toda siembra de ideales elevados. Sea pues la nueva orientación de esta escuela, el mejor homenaje de un Gobierno progresista y de un pueblo agradecido para el Dr. De Bellard.

Muchas gracias.
29 de octubre de 1949.


1 comentario:

  1. Admirable fue el gesto del Dr. de Bellard y de su esposa. No fue el único. En sus tiempos imperaba la solidaridad en Venezuela, un país que comenzaba a salir de las tinieblas. Ahora se requiere gestos similares. Habrá quien los realice?

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